lunes, 27 de enero de 2014

Los hijos

Gracias a mi amigo y hermano Alí, he recordado ¡que no había escrito nada en el mes de Enero!, ja,ja,ja,ja,  ¡que despistamiento! Bueno, comprendo esto; a veces ando tan ocupada, que un pensamiento saca a otro y así me la paso muchísimas veces corriendo. ¿Qué he hecho? ir colocando muchas tareas a otras personas para que lo hagan. Ya pasó el tiempo que  podía hacer muchas cosas é incluso realizarlas en el mismo momento dos o tres cosas y todas hacerlas bien, pero hay que saberse acomodar al paso del tiempo y al ritmo que el mismo cuerpo manda, que muchísimas veces está sometido a situaciones de enfermedad, las inclemencias del tiempo y cosas de imprevisto. Así que sin más preámbulos, ahí vooooy!!!!!!!
Este fin de semana acompañé a mi esposo a la ciudad de Orizaba  -por cuestiones de predicación de parte de él-  y pasamos la noche con mi hijo Alejandro que se esmeró en darnos todas las comodidades que hay a su alcance, esto me enterneció de parte de mi hijo, y aunque teníamos muchos lugares a donde ir y muchas casas de hermanos con un lugar dispuesto preparado para nosotros, todos ellos supieron comprender las razones que teníamos de quedarnos con nuestro muchacho.
Quiero aclarar que mi hijo está de misionero, teniendo como base la ciudad de Orizaba y de ahí él sube a la sierra. Así que fue un gusto compartir con él ese tiempo nocturno. Hacía mucho frío; pero hace ya muchos años, nosotros le regalamos un nórdico de pluma de ganso tamaño King Size, así que es una cobija super calientita y bien ligera y bueno, hemos pasado una noche sabatina tranquila y con excelente compañía.
Al regreso en el Puerto  -y que es esto lo que provoca el escrito-  fue asistir a la reunión de la noche en nuestra congregación el día domingo, y ahí encontrar a mi hija  -recién casada-  que en cuanto me vio en el portón de entrada que se encuentra delimitando entre la calle y el templo mismo, corrió a mi encuentro con los brazos abiertos diciendo: ¡mammmá!. Está por demás decir que las lágrimas acudieron a mis ojos. Por lo general, ha sido a mi esposo al que le tocaban estas expresiones de contento, puesto que los niños siempre estaban conmigo y el que salía a trabajar era él, así que los hijos cuando veían a su papi, se desbordaba su alegría al verlo. Pero ahora...¡me tocó a mí!. Sentí bien bonito ver correr a mi hija como cuando era una niña pero en esta ocasión, ¡yo era la causa de tal gozo! ¡Qué lindo se siente!. Y empecé a recordar lo que nos manda la Biblia a las más ancianas en la carta paulina de Tito: "...que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, ..." Y como decimos en México, estoy cosechando flores del jardín de mi hija. De hecho, hemos recogido este fin de semana, flores de los jardines de nuestros hijos más grandes. Claro que pienso, que para cosechar, primero hay que sembrar y me da gusto ver que hemos podido sembrar cosas lindas en ellos y cosas lindas hemos cosechado. Observé en las mamás de mis alumnos parvulitos, que hay cosas que pensamos que se han de dar así, ¡automáticamente! ¡y que nadie nos las enseñó y que por tanto, tampoco las tenemos que enseñar a nuestros niños! pero ahora sé que no es verdad, esto también se enseña... ¡A AMAR! ¡cosa increíble! Pensaba que esto era algo que se daba "per se" ¡PERO NO ES CIERTO! ¡ES ALGO QUE SE ENSEÑA! Miren los años que han tenido que pasar para descubrir el agua tibia, ja,ja,ja,ja, pero ¡gracias a Dios que me he dado cuenta, e incluso leído en la Biblia!, tantos años de leer lo mismo y no poder comprender. Y recuerdo y me regreso a mi infancia: era mi mamá ó mi prima o mi abuelita  -cuando estaba con nosotros-  que nos decían: "allá viene tu papá, salgan a recibirlo"  y recuerdo que nosotros corríamos a su encuentro en la calle y también con los brazos abiertos y gritando: ¡papá! e incluso hacíamos una "competencia" para ver quién llegaba primero a abrazarlo. No de en balde recuerdo esa sonrisa de mi papá cuando llegábamos con él y nos abrazábamos a sus piernas, para nosotros era mucho gozo, así que ahora comprendo el de mi papá. ¡Qué bueno que me tocó vivirlo! porque nunca me había tocado, siempre lo había mirado en mis hijos y yo recordaba cuando yo misma lo hacía, pero recibirlo yo...¡nunca!
Ahora que sé lo que se siente, procuraré con más razón enseñárselos a los niños a que lo hagan. Decirles a las mamás que se lo enseñen a sus niños, porque esas cosas se enseñan, no de manera abierta como las matemáticas ni como las cuentas de multiplicar, ¡para nada! ¡PERO SE DEBE DE ENSEÑAR!  El mundo necesita amar, APRENDER A AMAR, así que eso es una buena encomienda que tenemos los que somos ya "adultos". El joven también necesita aprender algunas cosas como el respeto, el compartir cosas, la puntualidad, ser honorables, honestos, etc, ¡y hay que enseñarlo también!. Nada de eso se da "per se". La naturaleza del primer Adán, nos hace hacer o sentir lo contrario, pero cuando tenemos la naturaleza y el cambio hecho por el postrer Adán  -nuestro Señor Jesucristo-  ¡todo es diferente!  Platicábamos el domingo a medio día con una pareja y les compartía mi experiencia de cuando yo NO tenía a Cristo en mi corazón, siempre pensaba lo aburrido que eran los cristianos por querer estar siempre metidos en el templo. Yo me decía: ¿qué gusto le encuentran a esto? Para mí era la peor forma de pasar un domingo y entre ellos  -los aburridos-  estaban incluídos mis papás, ja,ja,ja,ja,  aunque eso era algo que yo no comprendía, hasta que se venció mi orgullo, soberbia y el clásico: "yo lo sé todo"  y pude rendirme ante Cristo, mi Cristo, y poder decirle que entrara a mi corazón y me limpiara. ¡Qué maravillosa experiencia!  Pude entender la fascinación que había en mis padres de poder asistir a las reuniones, de orar, leer la Biblia; ya no se me hacían...¿cómo decir?...¿hipnotizados?...¿fanáticos? ¡Para nada!. Tenía en muy alta estima la inteligencia de mis padres y sabía que eso era algo incomprensible en ellos Y LO PUDE COMPRENDER YO.
Por eso, ya en mis casi 59 años y casi a punto de dar ¡el viejazo!, ja,ja,ja,ja,  no, para nada, llegar a la fase conocida como "ancianidad" y sin mis padres, he tomado la estafeta de continuar enseñando, pero ahora con pleno entendimiento porque lo he vivido. Agradezco a Dios por haberme permitido vivir esta experiencia, porque antes lo hacía sólo por fe y que me constaba que todo lo que decía la Biblia es cierto aunque no comprendía muchas cosas, así que ahora que lo he vivido, con más razón tengo ganas de enseñarlo. Si antes lo hacía, ahora debo de ponerle más ganas.  Habemos muchos como el apóstol Tomás que hasta no ver, no creer, y claro que este no era mi problema, pero ahora que lo he vivido, más se adentra en mí estas ganas de enseñarlo porque se necesita y ¡ay, de mí si no lo hago!. Ustedes se han de preguntar...¿y mi hija la pequeña?  ella, encamada por la gripa, pero va mejorando.
Mi cariño para todos ustedes y hasta el próximo post.