
Estaba buscando la definición de "Gracia", preparando mi clase para la Escuela Dominical y recordé que en mi Biblia anterior a la que tengo ahora, había apuntado una definición que me había encantado. Y me puse a buscar mi Biblia antigua.
Y cuando la hallé y la volví a tener entre mis manos, qué emoción sentí al recorrer de nuevo sus páginas. Porque en ellas estaban subrayados los textos que habían hecho eco en mi vida en esos momentos de mi existencia. O por medio de los cuales el Señor había traído consuelo a mi corazón, ó me había enseñado algo desde 1989 hasta el 2005.
¡Qué sensación tan indescriptible!. Observé sus páginas ya muy desgastadas, especialmente del libro de Romanos ¡nunca me imaginé que leyera tanto Romanos! y me puse hacer memoria.
¿Cuántas Biblias había tenido desde que acepté a Cristo?
Si la memoria no me falla, me parece que sólo han sido tres, incluyendo la que tengo actualmente.
Cuando inicié mi camino en la asistencia a una iglesia evangélica y haberse convertido mis padres, ellos nos compraron a todos una Biblia. No era mucho de mi agrado.
Recuerdo perfectamente que no me gustaba cargarla, porque ello representaba algo que yo no era. Me daba mucha rebeldía en mi corazón que nos dijeran palabras como: "¡adiós aleluyas!" y demás situaciones que siempre acompaña a todo aquel que anda en los caminos de Cristo. Pero el enojo mío era, ¡porque yo no era nada!.
Si asistía a las reuniones, era por obediencia a mis padres. No me gustaba la gente que se congregaba ahí. Sentía que lastimaban mi sensibilidad y forma de ser, era un medio que no me agradaba. Siempre había crecido sin ninguna religión y no podía entender el porqué mis padres querían que siguiéramos ésta. Además, según mi pensar, habían escogido ¡la peor! porque era rechazada por la mayoría de las personas. Casi no tenía adeptos, y eso para mi era muy importante, por eso no me gustaba.
Pero yo continuaba asistiendo, porque veía que esto agradaba a mis padres y era algo que a ellos les era muy querido.Además veía el cambio en sus vidas.
Cuando cantaban un himno en la congregación, cuyo coro dice: "Jesús es mi Salvador (se repite dos veces). Mas ahora yo puedo decirlo también: Jesús es mi Salvador", yo me quedaba callada, porque pensaba en mis adentros: "no voy a ser hipócrita, Jesús no es nada mío, no entiendo porqué murió por mí, si yo soy buena".
¡Oh, Dios misericordioso! que tuvo a bien no prestar atención a mi rebeldía y siguió llamando a mi vida y me amó a pesar de toda mi necedad.
Pasaron casi cinco años.
Cuando una noche, después de escuchar una predicación del evangelio, al llegar a casa, no pude más, y abrí la puerta de mi rebelde corazón a Cristo arrodillada al pie de mi cama. ¡Sólo Él y yo!
Y recuerdo muy bien, que después de haber permitido que el Señor Jesús tomara posesión de mi vida, tomé mi Biblia, que siempre se me había hecho insulsa. Me fui al corredor de la casa y a horcajadas en un sillón, la tomé y la leí, y me pareció, ¡como si jamás la hubiese leído!. Fue un impacto a mi vida este descubrimiento. Había tanto para leer. Podía comprender tanto. Todo lo que leía hablaba a mi vida y lloraba. Era descubrimiento, tras descubrimiento. Sentía que se me había caído una venda de los ojos. ¡Fue un conocimiento maravilloso en mi vida! Recuerdo que dejé de leerla, porque tenía solamente dos horas para dormir antes de entrar a la escuela. ¡No podía creerlo!.
El tiempo se me había ido como agua entre los dedos. No quería separarme de ella.
Pasaron los meses...
Y llegué a la capital, para continuar mis estudios ¡con mi Biblia de cuando fui inconversa!, pero que después de dos años, tuve que cambiársela al que ahora es mi esposo, porque él traía una Biblia blanca que le había regalado uno de sus compañeros de la pensión donde vivía, cuando supo que él se había convertido en cristiano, (y a su compañero, su novia en...no recuerdo el país de Centroamérica, se la había dado). Así que a la "perfecta Isa", ja,ja,ja,ja, no le pareció que un hombre trajese una Biblia blanca, ¡ay, qué chica!, pues se la cambié. Y duré con esta Biblia como ¡wow!...creo que unos 10-12 años aproximadamente, y a la cual, de tanto leer el libro de Santiago, se lo desprendí, ¡ay!, fue sin querer. Después, ya casada con él, me regaló la Biblia que les platiqué anteriormente, y miré que el libro de Romanos, casi no se leen las páginas por lo desgastadas que están.
En mi primera Biblia,ya siendo hija de Dios, inicié a aprenderme de memoria el libro de Santiago, pero ¡ay, humanidad!, sólo llegué al primer capítulo y cada vez, me digo: "ahora sí continúo aprendiéndome Santiago", pero da la casualidad, que ya hasta el capítulo que me aprendí, se me está olvidando, ¡sigh!(suspiro). Así que tendré que volver a empezar desde Santiago 1:1 pero no problem!, lo bueno es que recuerdo hasta el 1:15.
Quiero compartir con uds. lo siguiente:
Uno de mis libros favoritos es Santiago en el N.T., y en el A.T. es Proverbios.
Mis versículos favoritos: Isaías 58:11, que es el lema de mi blog, y Mateo 11:28 que es el versículo que Dios utilizó para romper mi corazón de piedra.
Un salmo preferido: Sal. 139
Mis temas preferidos: "El Arrebatamiento" y "El Tribunal de Cristo".
Mis héroes bíblicos: El apóstol Pablo y el profeta Elías. ¡Qué hombres de Dios! ¡qué empuje!
Un pasaje que me gusta y me lo aprendí de memoria: Isaías 53
Y qué más puedo decir, sólo añadir, que cada día que pasa, se me ha hecho a mi la Biblia, más dulce que la miel como lo dice el salmista (Sal. 19:10).
"Cuando oí hablar del amor de Jesús, mi alma no lo comprendía;
Me decían que por mí, él sufrió en la cruz, mas mi alma no se conmovía.
No podía comprender el afán y la fe, con que hablaban de Cristo y su amor:
Mas ahora yo puedo decir de Jesús: también es mi Salvador.
-coro-
Jesús es mi Salvador, Jesús es mi Salvador;
Mas ahora yo puedo decirlo también,
Jesús es mi Salvador."
Y para ti: ¿qué te gusta más de tu Biblia? ¿cuáles son tus héroes bíblicos? ¿con qué texto el Señor cambió tu ruta?