La situación se ve en apariencia sencilla y fácil. Creo que así pensamos todos los que ya conocemos a Cristo como salvador y la verdad es que no estamos mal, pero como cada cada cabeza es un mundo, la solución única y universal y que sobre pasa toda edad y siglo es CRISTO.
He estado buscando, viendo, "palpando" a través de los comentarios. A "ver" y "leer" entre las letras. Nada fácil, pero el único que puede dar el camino correcto es el Señor.
¿Cómo puedo ser feliz entre tanto ajetreo de violencia, escasés, enfermedades y guerras? ¿Quién es el que puede hacernos felices? ¿Qué es lo que verdaderamente me puede hacer feliz?
Sin lugar a dudas, la respuesta es: ¡CRISTO!
Hay un canto que dice:
"Cristo es la respuesta para el mundo aquí..." Es algo más que un mero fanatismo.
Sinceramente que durante estos años que Dios me ha concedido, he podido observar y comparar, qué hubiese sido yo si no hubiese tenido a Cristo en mi corazón con todas las cosas que he pasado. Probablemente:
1.- Ya me hubiese separado de mi esposo y no por él, sino por mí. Uno se siente una "super mujer" con todos los derechos, inteligencia y decisión. Así que no hubiese podido llegar a mis hermosos 31 años de casada. Hubiese creído que "YO" podía todo solita ¡sigh!(suspiro), ¡qué triste realidad!
2.- Al morir mi primogénito, yo me hubiese vuelto una amargada y resentida de la vida. Quizá hasta el suicidio hubiese podido llegar ¡ay!
3.- Toda la persona que me hiciera algo, ¡me la iba a pagar!. ¡Qué triste condición la mía! No tenía miedo físicamente a tener un "encuentro cercano" a golpes, ¡ay! ¡qué horrible era yo! Y hablando anímicamente, ¡uf! peor se pone la cosa, porque fraguaba perfectamente la venganza, tal como un asesinato perfecto. Y viéndolo a la luz de la Palabra de Dios, el odiar es comparado a un asesinato.
4.- Hubiera sido muy rica, porque no me hubiera importado a quiénes utilizaría con tal de lograr mis propósitos, ni qué utilizaba para subir más y más en la escala social y económica.
5.- Ahorita fuera una viejita infeliz con los dolores en mi cuerpo, mucho dinero y renegona, pagada de sí misma, con los hijos lejos, ¡muy lejos!, sin marido y con una familia que no me soportara.
TODO ESO HUBIESE SIDO SIN CRISTO.
PERO...
Sólo por la gracia de Dios que me alcanzó a excelente edad, yo puedo decir que lo que tengo, es por Él y para Él.
Una de mis últimas batallas que acabo de ganar, no han sido con fuerza, ni dinero, astucia u otra cosa, sino que el Señor me la ha permitido ganar con un corazón humillado y rendido a ÉL.
A algunos se les hará ¡INCONCEBIBLE PERO CIERTO!
Observaba a una hermana en la fe en su cama en el hospital, que se encontraba desanimada y ya con ganas de salir de ahí (esto dicho por su hermana en la carne) ¿qué hice?...
Para nada me acordé de su traición, -algo que muchas veces sucede en las iglesias-. Y no se sientan mal, queridos hermanos en la fe. Y los que no lo son, no piensen que la iglesia es el jardín del Edén. La iglesia es el cuerpo de Cristo que Él ganó con su propia sangre y nadie ni nada puede contra ella. ¿Qué quiero decir? Que todos los que somos hijos de Dios, sabemos que tenemos un enemigo en contra que siempre estará tratando de desprestigiar al cuerpo de Cristo, su Iglesia. Así que no hagan mucho barullo sobre esto que escribí, de la traición de una hermana en la fe. Sé que a muchos les ha pasado, PERO, viene la pregunta de nuevo: ¿QUÉ HICE?
Simplemente y sencillamente, LA PERDONÉ EN EL SEÑOR.
En un principio, no fue fácil, porque todo esto ¡duele y mucho! PERO, el amor de Cristo nos constriñe y nos mueve a tener la mente de Cristo. No es nada sencillo ni fácil. Así que cuando fui a visitarla, iba con mi corazón limpio, para nada llevaba resabio en él, ni tampoco le dije: "¿te acuerdas lo que me hiciste? ¡pues ya te lo perdoné!", ja,ja,ja,ja, ¡para nada! ¡eso no se vale!, je,je. Sino que la insté a resistir la prueba, le leí la Biblia y canté junto con ella un precioso himno que antiguamente cantábamos juntas. Oré con ella. Le ayudé con algunas cosas que necesitaba, y después de un buen tiempo (¡ups! me estuve dos horas ahí, ¡uy!) salí de ahí, dejándola en paz y yo en paz. ¿Me pidió perdón? ¡para nada! pero en realidad no lo necesito. Creo que ya he pasado esa etapa cuando lloraba tremendamente por este tipo de situación. Es el Señor el que tiene que trabajar en ella, no soy yo.
¿Algún secreto? ¡ACUDIR A CRISTO! Él es el que pone ungüento en nuestras heridas.
Así que un empujoncito para ser feliz: ¡perdona! y que la paz de Cristo inunde tu vida. No rumies como las vacas las cosas que te han pasado. ¡Déjaselo a Cristo!
"Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor". Quiero decirles que la justicia de Dios y cómo obra, no es según como nosotros conocemos la justicia, porque Él siempre tiende a justificarnos. Nosotros buscamos que hacer justicia es ¡acabar con el enemigo! pero para Dios no es así, Él siempre trata de dar una oportunidad para el transgresor, y qué bueno que lo hace así, porque sí no, ¿qué hubiese sido de mí?
Y como dice un canto de Jesús Adrián Romero:
"¿Qué sería de mí si no me hubieras encontrado?
¿Dónde estaría hoy si no me hubieras perdonado?
Tendría un vacío en mi corazón,
vagaría sin rumbo sin dirección,
si no fuera por su gracia y por su amor.
Sería como un pájaro herido que se muere en el suelo.
Sería como un ciervo que brama por agua en el desierto.
Si no fuera por su gracia y por su amor."
¿Un empujoncito a la felicidad?
Si no eres hijo de Dios: ¡ACEPTA A CRISTO COMO SALVADOR!
Si ya eres su hijo: Pídele que te enseñe a perdonar.
"Vosotros, pues, oraréis así:
...y perdónanos nuestras deudas, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES..."
Este es un empujoncito. A veces necesitamos más empujoncitos, pero baste cada día su propio afán.